Los Cistercienses

El camino cisterciense

La vida cisterciense es una vida según la Regla de San Benito y está insertada en el contexto de una gran tradición monástica. Entrar en la vida cisterciense significa, concretamente, habitar en un lugar específico: el monasterio. Por lo tanto, significa también dejar el mundo.

El camino cisterciense supone la conversión – cambio – de las costumbres (Cf. Regla de San Benito 58,17), o sea, dejar de actuar como un hombre que pertenece al mundo para actuar como un hombre que pertenece a Cristo.

Ese camino supone también la búsqueda verdadera de Dios (Cf. Regla de San Benito 58,7), exige que todo aquello que se presenta en la vida monástica esté abierto a la voluntad de Él. Ser monje cisterciense significa llegar al monasterio no con un proyecto personal definido, sino con el firme propósito de dejarse conducir por la Regla y por los superiores, además de tener un corazón dócil a las mociones del Espíritu Santo.

Ser cisterciense es desear que el propio corazón sea purificado por la escucha de las Sagradas Escrituras y por las riquezas que en ellas se encuentran, viviendo bajo el ejemplo de la Virgen María, que “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Cf. Lc 2,51).


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